Cuando me propuse hacer esta receta vinieron a mi mente los veranos de mi infancia, ahora os cuento.
Mi padre es de un pueblo muy chiquitito en el centro de la península, en Guadalajara, y cuando eramos pequeñas hemos ido algunos veranos a pasarlos allí.
La verdad es que, para mí, eran las mejores vacaciones que podíamos hacer, libertad absoluta en plena naturaleza.
También recuerdo la matanza del cerdo (he de decir que no es muy buen recuerdo), y los tarros que mi tía nos daba de carne en conserva, y para ello hacían servir el confitado que ahora os pasaré a explicar.
Ainsss, que me pongo melancólica, vamos a por la receta a ver si se me pasa.
INGREDIENTES:
- Costillas de cerdo
- Aceite de girasol
- Laurel
- Tomillo
- Romero
- Manteca de cerdo (para freír)
ELABORACIÓN:
En primer lugar algunas apreciaciones, normalmente el confitado se hace con aceite de oliva, pero en mi caso he utilizado de girasol por un tema de coste, es muchísimo más caro, y como vamos a trabajar a baja temperatura no se nos va a estropear.
Por otro lado, he leído en más de un lugar, que el cerdo no es apto para confitar, aquí discrepo, pues yo lo he hecho (con esta receta) y me ha parecido exquisito, o sea que aunque no sea muy ortodoxo a mí me ha resultado delicioso, ahora si que vamos con la elaboración.
Lo primero que haremos es partir la costilla en trozos más pequeños.
Los ponemos en una olla, y la cubrimos de aceite. Le añadiremos un par de hojas de laurel, un poco de tomillo y un poco de romero. Yo no le pongo sal, se la añadiré luego cuando las fría.
Ponemos la olla a fuego muy suave (el 3 de la inducción utilicé yo), y lo dejamos que vaya cociendo. Puede tardar entre dos y tres horas, depende de la cantidad.
Para saber que está lista cogéis un trozo y cuando veáis que la carne se separa muy fácilmente del hueso ya estarán.
Ahora podemos hacer dos cosas.
Si las queremos conservar (como hacían en mi pueblo con la matanza), las ponemos en tarros de cristal con aceite recién salida del fuego. Cerramos el tarro y lo ponemos hacía abajo hasta que se enfríe completamente (con ello conseguimos el vacío).
Si, por el contrario, las queremos consumir al momento, las escurriremos en papel absorvente. En una sartén ponemos un poco de manteca de cerdo (se puede usar perfectamente aceite de oliva pero la manteca le da un toque muy bueno), y a fuego muy fuerte las freiremos un poco para que se doren por fuera.
Y ya la tenemos lista para comer.
Por hoy esto es todo, yo volveré el jueves con un nuevo capítulo del Curso de cocina para novatos en el que hablamos de ollas y sartenes.
Mientras tanto nos podemos ver a través de las redes sociales.
Un beso enorme a todas/os.
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